30/7/10

Lecturas veraniegas 2010

 

El maestro y Margarita copia

 

La otra noche la hija veinteañera de una amiga me pedía que le recomendara algo para leer este verano. Por culpa de su canalillo no pude concentrarme  y darle una lista solvente, así, a botepronto.  Ahora que he tenido una semana para pensar, aquí van algunas sugerencias. Iba a poner doce, pero me he desbocado y al final he parado en 24, que también es un número solar. No pienso que sean los mejores libros del mundo (algunos sí), ni es una lista demasiado original; pero a mí me gustan y, oye, están bien para el verano. Por cierto, que últimamente me he quedado muy sorprendido al descubrir la cantidad de afortunadas que todavía no han leído Los Tres Mosqueteros, es decir, que aún pueden disfrutar de ese placer por primera vez. En fin, cuando a mí se me preguntan estas cosas, ya sabe uno a lo que se arriesga.

  1. Sobre la agresión, el pretendido mal – Konrad Lorenz.
  2. Las historias naturales – Juan Perucho.
  3. Imán – Ramón J. Sénder.
  4. La Saga/Fuga de JB – G. Torrente Ballester (Donde esté Castroforte de Baralla, que se quite Macondo, amos por dió)
  5. Las compañías blancas – Tomás Salvador.
  6. El Maestro y Margarita – M. Bulgakov.
  7. En busca del unicornio – J. Eslava Galán.
  8. Cosecha roja – Dashiell Hammett.
  9. Mi familia y otros animales – Gerald Durrell.
  10. Los tres mosqueteros – Alejandro Dumas.
  11. El topo – John Le Carré.
  12. Historia de los griegos – Indro Montanelli.
  13. Gengis Kan – Mijail Pradwin.
  14. Las cruzadas vistas por los árabes –Amin Maaoluf.
  15. El viento amarillo – David Grossmann.
  16. Sonatas – Valle Inclán.
  17. Pantaleón y las visitadoras – Mario Vargas Llosa.
  18. Estrategia: la aproximación indirecta – B.H. Liddell Hart.
  19. Reflexiones y máximas morales – La Rochefoucauld.
  20. Los siete pilares de la sabiduría – T.E. Lawrence.
  21. El arte de la guerra – Sun Tzu.
  22. Otra Historia de España – Fernando Díaz-Plaja.
  23. Historia del tiempo – Stephen Hawking.
  24. La Anábasis – Jenofonte.

 

6/7/10

Decencia

 

loreta

 

Acabo de leerme este libro, que recomiendo. Si bien San Leopoldo Abadía tiene esto de la crisis muy bien explicado, como era profesor de escuela de negocios, se queda en que el origen está en los bajos tipos de interés en Estados Unidos. Doña Loretta intenta enterarse de por qué estaban tan bajos.

Ambos dos coinciden en un punto: el origen de todo esto está en la indecencia.

Loretta Napoleoni, ya conocida nuestra por su libro anterior, “Economía canalla”, considera que los tipos estaban tan bajos porque había que financiar las frustradas operaciones de robo con homicidio a gran escala de los chicos de Bush sin subir los impuestos y la única forma era a base de endeudarse.

El libro puede resumirse así:

“La Administración Bush recibe de Bill Clinton un pequeño superávit y Barack Obama –que accede al poder en medio de la peor recesión desde la Gran Depresión- hereda una deuda pública de 10 billones de dólares, equivalente al 70% del PIB estadounidense, o mejor, al 18% de la economía mundial. ¿Dónde ha ido a parar todo ese dinero? Dos guerras aún activas y un sistema de seguridad tan ambicioso como inconsistente consumen las finanzas del Estado e incluyen a Estados Unidos en el grupo de países con la deuda pública más alta del mundo.

Todo esto no podría haber sucedido antes de la década de 1990, ya que los conflictos se pagaban con el erario público en vez de con la política de los bajos tipos de interés. ¿Cómo olvidar la histórica decisión de Lyndon Johnson, en la década de 1960 de aumentar la presión fiscal para hacer frente a los altos costes de la guerra de Vietnam? Fue una maniobra necesaria y, al mismo tiempo, profundamente impopular. En efecto, a nadie le gusta financiar de su bolsillo la maquinaria militar, aunque el objetivo sea destruir a un superterrorista como Osama Bin Laden o desembarazarse del dictador Saddam Hussein. A quienes se preguntan por qué estas guerras en Irak y en Afganistán, que parecen interminables y que no han suscitado un movimiento de oposición similar al que puso fin a la de Vietnam, se puede responder que mientras los gastos militares no afecten directamente a nuestro bolsillo o menoscaben nuestra libertad, obligándonos a ir al frente, los conflictos armados son virtuales, vividos exclusivamente a través del filtro de los medios de comunicación,”

(…)

“Con gran habilidad, los políticos y los medios de comunicación construyen en torno a esta psicosis la política del miedo que intenta presentar a Al Qaeda como el nuevo movimiento nazi y a Osama Bin Laden como la reencarnación de Adolf Hitler. Ha bastado esto para convencer a la población de que la supervivencia de la cultura occidental estaba de nuevo en peligro. Mientras quien la pulverizaba realmente, haciendo pedazos nuestro mundo y nuestro bienestar, no vivía en una región tribal de Pakistán ni iba vestido con harapos, sino que habitaba en Wall Street y en la City de Londres. Con sus trajes de diseño, viajando en jets privados, los destructores del moderno capitalismo eran halagados por los políticos y alabados por los medios de comunicación.”

(…)

“Las estadísticas y las falsas informaciones han saciado la sed inagotable de “noticias espantosas” de los medios de comunicación. Los políticos alteran los hechos, diseminan verdades hinchadas y, alguna vez incluso, mentiras. Los medios de comunicación las difunden. Nosotros nos angustiamos, tememos a cualquiera que tenga rasgos, ropas y costumbres diferentes de los nuestros, y ni siquiera se nos pasa por la cabeza echar un vistazo a lo que sucede en Wall Street, donde se dice que hacen dinero a paletadas. Es más, hacemos de todo para recoger las migajas de esta fiesta y no pensamos que es precisamente allí donde nuestra serenidad y nuestro sistema de valores están sufriendo el ataque más duro.”

(…)

“En la raíz de la crisis del crédito está la compraventa del riesgo bancario o financiero, como si se tratara de un bien, y la producción de riqueza ligada a este comercio. Las obligaciones estructuradas con paquetes de hipotecas subprime, así como las compuestas por los índices de los precios de las materias primas y los credit default swaps –apuestas sobre la insolvencia de los operadores financieros-, todas formaban parte de estos bienes ficticios ligados al riesgo, productos que durante años fueron intercambiados en los mercados. Los derivados cuantificaban su valor y precios. A diferencia de las obligaciones o de las acciones tradicionales –cuyo objetivo es recoger crédito para el crecimiento de los sectores público y privado-, estos falsos bienes acababan siendo usados por quien los producía y los vendía para aumentar swus beneficios y obtener un mayor estímulo del crédito. Y esta compraventa, que se producía electrónicamente, acababa creando riqueza, o mejor dicho, dando la ilusión de que la creaba.”

(…)

“En vez de reducir el riesgo a cero, de extirparlo como un cáncer de la economía globalizada, el Estado lo está desplazando de un sector a otro: del privado al público, y así empeora la situación. Está claro que esta política esconde la voluntad de mantener el statu quo ante, es decir, de salvar a toda costa una economía donde la creación y la comercialización del riesgo se han convertido en parte integrante del sistema. Naturalmente, esto ha sido posible gracias a la agresiva venta del crédito a precios regalados, es decir, a la política deflacionista perseguida desde la caída del Muro de Berlín, y a las finanzas estructuradas que lo ha transformado en un bien comerciable. Pero eso es una distorsión, una anomalía que debía ser corregida de inmediato. Es más, nunca habría debido verificarse.”

Loretta Napoleoni no tiene especial relación con perriflautas antisistema. Es economista y ha trabajado en el FMI, el Chase Manhattan y Laurie Milibank, ha sido consultora de la FAO y del BERD. Lo siento, de verdad.