29/11/10

Algunos datos sobre el Sahara Occidental

Mientras termino otro postio sobre la situación actual del Sahara, voy a colgar un documento que me parece interesante porque fija la posición oficial española de cara a la ONU en ese momento. Es una carta dirigida el 21 de septiembre de 1973 por Franco a la Yemáa, la asamblea-títere del Sahara; una especie de microcortes del territorio basada en el modelo tradicional saharaui de asamblea de notables cuya función era dotar de una apariencia de legitimidad a las decisiones del gobierno español. Dicha carta fue enviada a la Asamblea General de la ONU

El contexto, muy resumido es el siguiente:

14-12-1960. Resolución 1514 de la XV asamblea de la ONU reconoce el derecho de los pueblos a la autodeterminación.

En 1961, se promulga el Estatuto por cual el Sahara pasaba a convertirse en provincia española, con capital en El Aaiún. Se reformó el 29-11-1962, pasando el Sahara e Ifni a ser entidades independientes.

1964: Primera recomendación de la ONU invitando a España a iniciar los trámites de descolonización del Sahara. España vota en contra alegando las “injerencias marroquíes”. Ese mismo año, España ofrecerá a Marruecos el Sahara a cambio del reconocimiento de su soberanía en Ceuta y Melilla.

El 16-12-1964, resolución de la ONU pidiendo a España la descolonización de Ifni y el Sahara.

Marzo de 1966, España presenta en la ONU una delegación saharaui en apoyo de su posición.

Septiembre de 1967: la ONU recomienda a España la aplicación al Sahara de la resolución 1514. España acepta ante la ONU el principio de autodeterminación y afirma que sólo la población autóctona puede ejercer ese derecho.

El 11-11-67, se constituye por el gobierno español la Asamblea General del Sahara (Yemáa). Se designan seis saharauis como procuradores a Cortes.

1968: La ONU insiste en que España fije los plazos de la descolonización y la fecha del referéndum en el Sahara.

1969Nueva petición de la ONU a España para que se fije la fecha del referéndum en el Sahara.

1970: Resolución 2711 de la Asamblea General de la ONU exigiendo a España la celebración de un referéndum en el Sahara.

17-07-1970: Manifestación antiespañola de 3000 personas en El Aaiún, convocada por la OALS (Organización avanzada para la Liberación del Sahara) es disuelta por la Legión

Hassan II ofrece a Franco bases en El Aaiún y Villa Cisneros a cambio de la soberanía del Sahara.

20-01-1972, Marruecos denuncia el tratado pesquero con España y Hassan II reivindica todo el Sahara.

En junio, la conferencia de los ministros de asuntos exteriores de la Organización para la Unidad Africana, reunida en Rabat, pide la celebración de un referéndum en el Sahara bajo control de la ONU.

14-12-1972, resolución 2983 de la Asamblea General de la ONU recomendando a España la creación de un clima favorable al referéndum y que la participación en el mismo se limite a los habitantes autóctonos.

El comité de los 24 decide enviar al Sahara una misión visitadora.

Enero de 1973: La sesión plenaria del Comité de Liberación de la OUA, reunida en Accra, recomienda la aplicación al Sahara de la resolución de la ONU de diciembre de 1972.

El 20 de febrero, la Yemáa envía un documento a Franco solicitando que se inicien las etapas que conduzcan a la autodeterminación.

Mayo de 1973: creación del Frente Popular para la Liberación del Saguía el Hamra y Río de Oro. Primer ataque guerrillero  importante contra un puesto español cercano a la frontera con Marruecos.

Conferencia de Nuakchott. Argelia, Mauritania y Marruecos llegan a un acuerdo.

En Addis Abeba, la OUA recomienda la celebración del referéndum y considera que la toma de posición de la Yemáa es una maniobra dilatoria.

En julio, reunión en Agadir de Argelia, Marruecos y Mauritania, que no llegan a un acuerdo.

En septiembre, conferencia de los países no alineados en Argel. Argelia reclama la autodeterminación del Sahara.

El 21-09-1973, Franco responde a la Yemáa mediante una carta cuyo texto es enviado a la ONU como prueba de la posición española favorable a la celebración del referéndum de autodeterminación.

Una cronología más amplia que muestra la posición oficial del POLISARIO, en este enlace.

La carta puede encontrarse en varias páginas web, aunque no he encontrado ninguna oficial. Yo la transcribo del libro de Manuel Criado “El Sáhara, pasión y muerte de un sueño colonial”, Ed. Ruedo Ibérico, 1977. También me he basado en su cronología. Ahí va:

“A la Asamblea general del Sáhara:El 6 de marzo del año en curso me dirigí a la anterior legislatura de esta Asamblea general respondiendo al escrito que la misma me elevó el 20 de febrero, escrito ratificado por la actual legislatura en su sesión constitutiva de 28 de julio último, comunicándole que había encargado a mi gobierno el estudio de las peticiones en dicho mensaje.

El gobierno, siguiendo mis instrucciones, ha estudiado las aspiraciones del pueblo saharaui, cuya representación legítima corresponde a esa Asamblea general y, en atención a las mismas y en cumplimiento de la misión de España de promoción del pueblo saharaui, ha elaborado la siguiente contestación aprobada en Consejo de ministros y que ha merecido mi sanción:

1. El Estado español reitera que el pueblo saharaui, cuya convivencia secular con el pueblo español es desde sus inicios absolutamente voluntaria, es el único dueño de sus destinos y nadie tiene derecho a violentar su voluntad. El Estado español defenderá la libertad y la libre decisión del pueblo saharaui.

2.El Estado español garantiza la integridad territorial del Sáhara.

3. El Estado español confirma su compromiso histórico de proseguir con el mayor impulso posible el desarrollo económico y social del territorio, reconociendo al pueblo saharaui la propiedad de sus recursos naturales y los beneficios de su explotación, así como su voluntad de promover la cultura, las formas de vida de la personalidad saharaui y el florecimiento de su religión.

4. El Estado español reitera y garantiza solemnemente que la población del Sáhara determinará libremente su futuro. Esta autodeterminación tendrá lugar cuendo lo solicite libremente la población de conformidad con lo expuesto por la Asamblea General en su escrito ya citado del 20 de febrero del corriente año.

5. Continuando el proceso de perfeccionamiento político del pueblo saharaui y como preparación de su futuro, se establecerá un régimen de progresiva participación del mismo en la gestión de sus propios asuntos. Dicho régimen entrará en vigor cuando se complete el proceso legislativo que se consigna a continuación.

6. El Estado español presenta a la Asamblea general las bases siguientes como principios en que ha de inspirarse la organización político-administrativa del Sáhara: a) El pueblo saharaui es propietario de sus riquezas y recursos naturales. b) Durante el período de vigencia de este estatuto, los saharauis gozarán de todos los derechos inherentes a la nacionalidad española. c) El jefe del Estado español, encarna la comunidad existente entre España y el Sáhara. Será representado en el territorio por su gobernador general. d) El Estado español garantizará la integridad territorial del Sáhara, lo representará en el ámbito internacional y asegurará su defensa. Los asuntos internos serán competencia de los órganos propios del territorio. e) A la Asamblea general del Sáhara, como supremo ´rogano representativo del pueblo saharaui, le corresponderá elaborar las disposiciones de carácter general relativas a los asuntos internos del territorio, sin perjuicio de la sanción que corresponderá al gobernador general. Podrá igualmente proponer las iniciativas y medidas que estime convenientes sobre dichos asuntos. f) Se confirmará e intensificará la promoción de los usos y costumbres tradicionales, así como de la justicia coránica.

7. Si la Asamblea general se manifiesta de acuerdo con estas bases, las mismas serán desarrolladas en forma articulada en el correspondiente Estatuto, que será aprobado por la ley.

8. La aceptación por la Asamblea general del Sáhara de estas bases, no menoscaba el derecho de la población saharaui a la autodeterminación sobre su futuro, del que esta nueva etapa es preparación necesaria.

Puesta la confianza en dios, el pueblo saharaui y la nación española se encaminan hacia su futuro de alianza fraternal de paz y prosperidad. Francisco Franco.”

 

9/11/10

Novedades en el Sahara

 

sahara

 

Ayer ocurrió lo que estábamos esperando tras el cerrojazo informativo al Sahara Occidental. Marruecos decidió aplastar por la fuerza la protesta saharaui arrasando el campamento de Agdaym Izik. Gravísimos disturbios en el Aaiún, con muertos por ambas partes. Por cierto, la foto del cadáver uniformado que sale en el País de hoy no es de un gendarme ni de un miembro de las fuerzas auxiliares, sino de un soldado.

A pesar de lo ocurrido, el Polisario se sienta a negociar con Marruecos en Nueva York.

Aminetu Haidar, que no había aparecido por el campamento (para no provocar reacciones de Marruecos, según dice), sale en la prensa.

Mi opinión:

Ha hecho eclosión un factor nuevo: los saharauis originarios que viven en el territorio ocupado por Marruecos. Los organizadores del campamento son menores de 40 años, no están controlados por el Polisario y su protesta no se refería  a la independencia, ni a cuestiones políticas, sino a su vida cotidiana; al hecho de vivir como ciudadanos de segunda en su propio país. Es una revuelta social. Marruecos tiene en palmitas a los saharauis que considera importantes para su proyecto, y los jefes del Polisario saben que, cuando se cansen, tienen garantizado un buen trabajo (por ejemplo, de embajador), pero eso no alcanza a la mayoría de la población.

Marruecos ha perdido una oportunidad de oro para aislar al Polisario de la población autóctona. Si hubiera aceptado interlocutores autóctonos y hubiera hecho algunas concesiones, habría introducido una cuña entre los saharauis del interior y los de Tinduf. Pero ha reaccionado como reaccionan las dictaduras con la autoestima baja.

Puede que esta revuelta sea el inicio de una verdadera intifada, o puede que no sea más que un hito en el camino, una fecha para un nuevo imaginario nacional. Pero el factor clave es que, aparentemente, el Polisario es ajeno a estos acontecimientos. sus dirigentes deben estar tan preocupados como el gobierno marroquí (o más).

Cuando en el 76 las columnas de refugiados saharauis atravesaban el desierto perseguidos por los cazas marroquíes que los bombardeaban con napalm, hasta establecerse en Tinduf, concitaron todas nuestras simpatías, y el Polisario, a lo largo de su heroica guerra de quince años con marruecos, se erigió en símbolo de la lucha saharaui, como al Fatah en su momento.

Pero se fue produciendo el mismo proceso que con los palestinos. la potencia ocupante, al igual que Israel, comenzó a colonizar ilegalmente el territorio con ciudadanos marroquíes, que se dedicaron a tener hijos, nacidos ya en el Sahara, y los refugiados temporales pasaron a ser definitivos. Hace 34 años ya. Hoy día, al contrario que los hijos de colonos marroquíes, la mayor parte de la población de los campos ha nacido fuera del Sahara.

El Polisario, un partido único paramilitar, es hoy un instrumento de los intereses de Argelia y tiene como principal interés su propia supervivencia y mantener el estatus de sus dirigentes. Para ello, cuenta con decenas de miles de rehenes: su población civil, que, como en la canción de Ilegales, no vive, sólo espera.

La prueba: mientras los que se supone que son “su gente” luchan –y mueren- en las calles de El Aaiún, ellos se sientan a negociar con Marruecos en Nueva York.

A negociar, ¿qué? saben que Marruecos no tiene nada que negociar. Negocian para seguir siendo considerados los interlocutores del pueblo saharaui, seguir teniendo cierto poder y seguir gestionando la ayuda internacional.

Es sabido que, cuando los refugiados siguen siendo refugiados después de una generación, nunca vuelven y, si lo hacen, llegan a un país que ya no es suyo. Es triste, pero es así. El futuro del Sahara está en manos de los propios saharauis y ayer quedó claro que ya hay dos Saharas. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, pero tal vez haya que ir quedándose con nombres como Fadel Kmach u Omar Zribiar.

30/9/10

Después de la huelga 29-S

 

Asturias34VivalaRepublica

Aquello eran tiempos, Franco al servicio de la república:   sin mariconadas

 

Mi percepción de la “huelga general” de ayer es que ha fracasado. La tradicional pugna de incidencia de los paros entre sindicatos convocantes y los demás poderes, no aporta ningún dato de interés.

A bote pronto, podemos observar que la mayor respuesta ha tenido lugar en las grandes empresas industriales, puertos y transportes. Esto me sugiere dos cosas:

a) Que han ido a la huelga, voluntaria o involuntariamente, los sectores que se sienten, no ya representados, sino –digamos- relacionados con los sindicatos; es decir: grandes empresas con muchos trabajadores fijos y bien pagados que, aunque ellos no lo sepan, son la actual burguesía conservadora. En esas empresas los sindicatos sirven para algo, con todas sus carencias, y los convenios colectivos suelen cumplirse. Por cierto, ese es el trabajador tipo que toman como referencia las estadísticas del Banco Mundial para decidir que el mercado laboral español es extraordinariamente rígido, de donde viene –precisamente- la reforma laboral contra la que supuestamente se protestaba.

b) Que esos sectores, salvo los transportes, no son visibles. Están en polígonos industriales en el extrarradio de las ciudades y su paralización durante unas horas no afecta a la mayoría de los ciudadanos que, salvo los directamente implicados y los bares de la zona, ni siquiera se enteran de que han parado.

Ello muestra que el modelo sindical está obsoleto. En la sociedad española actual, para la mayor parte de los trabajadores los sindicatos no existen. Me refiero a todos los trabajadores de pequeñas empresas en las que los convenios ni se aplican, ni se pueden aplicar aunque hubiera buena voluntad por los empresarios. Me refiero a todos los trabajadores, “jóvenes” y mujeres en su mayoría, que trabajan con contratos basura concertados en fraude de ley. Me refiero a todos los autónomos y microempresarios de los que no se ocupa nadie. Me refiero a los parados (a los de verdad, no a los que dicen las “estadísticas” que hay)

Por una parte, ¿qué se puede esperar de unos sindicatos “de clase” que dependen de la financiación del Estado, comunidades y ayuntamientos que, además, son también patronos?; ¿qué se puede esperar de unos sindicatos que dependen de la financiación de las propias empresas a las que deben enfrentarse?

Por otra parte, resulta que una parte sustancial de los trabajadores carecen de eso que antiguamente se llamaba “conciencia de clase”. Esa falta de conciencia es consecuencia, al menos en parte, de dos factores:

  • Uno, que se nos ha vendido la moto de que España es un país rico y que no somos “obreros”. Aunque tengas un contrato de mierda con un sueldo de mierda y te puedan echar a la calle si haces huelga, como eres propietario de un piso y estás enganchado de por vida al banco que te dio la hipoteca, tú no eres un currito. Tus derechos laborales, la huelga, los sindicatos y todas esas cosas, no van contigo.
  • Dos, el más puro y duro síndrome de Estocolmo. Como en el fondo sé que estoy emputecido con mi trabajo, en lugar de aceptar que las cosas son así y tratar de ponerles remedio o, por lo menos, rebelarme de alguna forma, me engaño a mi mismo y me comporto como si no me importara.

La propaganda antisindical de la derecha ha calado muy hondo entre los trabajadores precisamente porque les facilita el escenario adecuado para la rendición: han asumido que no hay nada que hacer, que los sindicalistas son todos unos corruptos que se aprovechan de su cargo para sus chanchullos. Si no hay nada que hacer, ¿qué voy a hacer yo? Al parecer, todo el mundo espera que alguien, desde arriba, se ocupe de solucionarle sus problemas.

A pocos se les ocurre ocuparse de sí mismos. Por lo general, si se les ocurre, se hacen muy incómodos para sus compañeros, que temen las represalias que les puedan salpicar. Quien trata de hacer valer sus derechos suele ser catalogado como egoísta y mal compañero.

Además, si me considero un currito y asumo que mis jefes me putean, ¿cómo voy a educar a mis hijos?, ¿cómo los voy a mantener en los mundos de Yupi, sin darles una buena hostia cuando la necesitan?, ¿cómo voy a seguir destruyéndolos físicamente y moralmente porque una buena madre no deja salir a los niños a jugar a la calle?, ¿cómo voy a “educarlos” en la idea de que todo es igualmente guay? Al parecer, si asumo que no controlo mi vida, transmitiría desconcierto a los niños. La realidad desconcierta a quien se niega a asumirla.

De los jóvenes, obviamente, ni hablamos: sencillamente no existen. Por otro lado, el término joven creo que se extiende ya a los 35 años, lo que cuando yo era niño se llamaba “mediana edad” (y en términos de porno, “maduras”)

Dos notas finales, para no extenderme:

Hay países civilizados donde los sindicatos se financian mediante una cuota detraída de la nómina de todos los trabajadores, estén o no afiliados. Puede ser mejor o peor, pero los independiza de la patronal.

A la gente se la mantiene asustada con el paro. Por eso se hinchan las estadísticas; por eso, incluso al Gobierno de ZP le viene bien que se hinchen. Las ingentes cifras de paro (cinco millones, según clamaba Soraya ayer) son falsas. Si uno se queda en el paro, o decide que quiere trabajar, se apunta al INEM, que contabiliza uno por uno a todos los que se apuntan. Y, aún así, se contabiliza a todos los prejubilados que, formalmente, están parados; también se contabiliza a todos los trabajadores en paro que realizan cursos de formación retribuidos, lo que no ocurre en la mayoría de países de nuestro entorno. Igualmente, todas las amas de casa simpatizantes del PP que se apuntan y apuntan a sus hijos menores que están estudiando para inflar las estadísticas (esto lo sé de primera mano familiar, no me digan que son delirios conspiratorios)

La encuesta de población activa, que por alguna misteriosa razón se ha convenido en considerar más fiable que las estadísticas del INEM, se basa en unos criterios de definición de lo que es un parado que,  de subjetivos, mueven a risa. Aparte de que no se entiende muy bien para qué hay que hacer una encuesta cuando se cuenta con los datos exactos. Por ejemplo, en la práctica, considera parados a todos los mayores de 16 años que no trabajan. No diré más.

REVOLUCION%20DE%20OCTUBRE

Esto es lo que hace falta, hombre, ya está bien.

 

13/9/10

Globalización manchega: mercado de futuros.

 

cereales-1 Campo de cebada en la provincia de Cuenca

 

Conversación escuchada este verano, a la hora del telediario, a tres honrados agricultores, junto a la barra del bar en un pueblo de Cuenca:

-- (señalando la televisión) Joder, no paran los incendios en Rusia, ¿eh?

-- Sí, creo que en Moscú se tienen que poner mascarillas y todo, del humo que hay.

-- Y la cebada en la lonja, ¿qué?

-- Pues creo que ha subido dos pesetas.

-- Pues que siga.

7/9/10

Hawking vs. Dios

 

Como mis allegados conocen perfectamente, tengo superpoderes: ya se sabe, percepción extrasensorial y cosas así. Como siempre los he tenido, me parecen la cosa más normal del mundo y a lo mejor por eso no concibo qué puede esconderse tras la palabra “sobrenatural”; así que a veces me siento más identificado con el Dr. Sheldon Cooper de lo que sería procedente.

El Dr. Sheldon Cooper en acción

 

Digo esto a cuenta de la polémica suscitada por la próxima aparición en nuestras librerías del nuevo libro de Stephen Hawking, del cual, al parecer, lo único que interesa es que –según las noticias-  no considera necesaria la intervención de Dios para crear este universo nuestro.

Hace tiempo, un libro de divulgación sobre Física habría pasado desapercibido en la sección semanal de “Ciencia” de los periódicos que la tengan; pero la actual situación de histeria polemicista no permite que la ciencia trabaje con la deseable discreción.

Por supuesto, ninguno de los sesudos defensores de la Fe que infestan la prensa ha leído el libro que –recordemos- es de próxima aparición; pero la boñiga autoreferencial opera según sus propias leyes y ya tenemos a todos opinando.

Para no extenderme demasiado, de todas las tonterías que he leído estos días, me quedo con dos ideas:

a) Que Hawking ha cambiado de opinión sobre… ¡No! No sobre gravedad cuántica versus Teorías de cuerdas (M):

La Dra. Winkel y el Dr. Cooper polemizan: Gravedad cuántica Vs. supercuerdas

 

…sino acerca de la intervención de Dios en el origen del universo porque en Historia del Tiempo decía lo contrario. Falso. En H. del T., no concede a Dios ningún papel relevante. Además, precisamente este verano he releído dicho libro (y hasta lo recomendé) No sigo porque cerciorarse de que digo la verdad es tan sencillo como leerse el libro.

Claro, que si interpretamos la Biblia literalmente, ¿por qué no hacerlo con las metáforas que les gusta usar a los físicos teóricos?

b) Que la ex-mujer de Hawking ha declarado que sólo gracias a su fe pudo encargarse de cuidar a su marido con la enfermedad que tiene.

Aparte de que Mrs. Hawking cuidaría también de los no despreciables ingresos de su esposo y que éste, como buen científico  (encima, enfermo) debía de ser una compañía bastante insoportable, este argumento trata de hacer aparecer a Hawking como un tipo desagradable al lector; un traidor a esa Fe que, precisamente, mantuvo a su amante esposa junto a él.

Como argumento, es muy débil: Si sólo gracias a su fe, la ex- Sra. de Hawking pudo seguir junto a su marido mientras avanzaba su devastadora enfermedad, ello sólo significa que es una persona bastante poco recomendable; ya que no lo hizo por amor, ni por simple decencia personal, sino por miedo a ir al Infierno si le abandonaba, en contraposición a la esperanza de ir al Cielo si cumplía con su obligación.

Es decir, refuerzo negativo y refuerzo positivo cuyo modus operandi nos detalla el impar Skinner y nos lleva a pensar que el Conductismo, tan al uso en las escuelas de adiestramiento canino, no es sino otro hijo bastardo del Cristianismo.

3/9/10

Pero… ¿Qué mierda es ésta?

 

Joder… me voy de vacaciones y, a la vuelta, me encuentro con esto:

miguelin

Miguelín”

 

¿Alguien puede explicarme qué significado tiene esta cosa?

 

¡Ah, claro…! Por lo visto, es un invento de Isabel Coixet y, por consiguiente, mola.

 

Isabel Coixet:

 

 

2/8/10

Imagen especular

 

famoso che guevara en los toros 2El Comandante Guevara, Presidente del Banco Nacional de Cuba, en Las Ventas.  1959. 

 

Especular, de espejo, nada que ver con la SGAE.

Tomo como excusa la prohibición de los toros en Cataluña. Ya sé que el relativismo moral es pecado. Tal vez por ello, en esta sociedad decadente nuestra, no hay relativismo: lo que hay son diferentes absolutismos morales en pugna por el mismo nicho ecológico. Un observador situado fuera de la sociedad (un extravagante, en Inglés, outsider) observaría un conjunto de conjuntos de creencias que se interseccionan unos a otros, según las adscripciones tribales ideológicas de cada cual, formando dos grandes bloques. Ambos parecen  una imagen especular uno del otro.

Lo que tienen en común casi todas las morales particulares es que su usuario posee la íntima convicción de que su opinión es la Justa y que los que no la comparten viven en el Error, si es que no son siervos del Maligno, sentados unos junto a su cuerno izquierdo, otros junto al derecho.

Y es que, cuando estás convencido de que tus opiniones o creencias son las buenas, tiendes naturalmente a considerar a los que discrepan de ellas como enemigos. Es realmente difícil encontrar a alguien que no tenga sus opiniones del momento por valores absolutos, inmanentes, sino que piense, sencillamente, que a él le valen para aquí y ahora y que, de verdad, no considere que los demás están equivocados. O que, aunque crea que están equivocados, considere que están en su derecho mientras sus equivocaciones no le afecten personalmente a uno.

Es mucho más fácil encontrar gente dispuesta, no sólo a mantener su verdad por la fuerza, sino a imponerla a los demás. Por la fuerza de que disponga, no me refiero –sólo- a la fuerza física.

Todos aceptarán lo que acabo de decir referido a sus enemigos (la Iglesia, el PSOE, los musulmanes, los taurinos, los antitaurinos…). Pero muy pocos lo aceptarán respecto de sí mismos. La mayoría nos vemos a nosotros mismos como personas razonables y más o menos tolerantes… hasta que se nos ofrece la oportunidad de imponer nuestras opiniones a los demás.

En nuestra civilización opulenta y -por tanto- decadente, las ideas son débiles, y las causas también. Y, si me apuran ustedes, hasta los cerebros son débiles, por falta de ejercicio. Las causas que uno asume como propias suelen tener poco que ver con los propios intereses vitales. Responden a la tarea de pastoreo mental de los que mandan:

Distraer la atención de lo esencial.

Verbigracia: Ha sido relativamente sencillo movilizar a una parte de la opinión pública catalana para recoger firmas y presentar una iniciativa legislativa con la finalidad de prohibir el sangriento espectáculo de las corridas de toros. No entro ni salgo en el aprovechamiento nacionalista del asunto, que, al menos, es racional. Hablo de la gente normal de buena fe a la que le da mucha lástima el toro y las corridas (de toros) le parecen inmorales, y los aficionados a los toros una horda fascista y casposa.

Nadie se ha puesto a recoger firmas para, pongo por caso, presentar una iniciativa legislativa con la finalidad de modificar la Ley Hipotecaria en el sentido de los países civilizados; de forma que, cuando alguien no pueda pagar su préstamo hipotecario, quede saldada su deuda con el banco entregando la vivienda (que es, precisamente, la garantía del préstamo) en lugar de quedarse sin casa y endeudado de por vida.

La modificación de la Ley Hipotecaria reúne tres características que la anulan como Causa:

  1. Es racional.
  2. Es directamente beneficiosa para una mayoría de la gente.
  3. El enemigo que presenta no es válido, porque es un enemigo real que, casualmente, es el que dispone de los medios de comunicación que ofertan sus Causas a los esclavos la ciudadanía.

Como puede observarse, las Causas mediáticas requieren necesariamente un enemigo que despierte las pulsiones atávicas de la especie.

La característica que define a un enemigo idóneo es que debe estar situado al mismo nivel de poder que el afecto a la Causa (por ejemplo: taurinos/antitaurinos; fumadores/no fumadores; gordos/flacos; rojos/fachas; carnívoros/vegetarianos; nacionalistas/no nacionalistas; religiosos/ateos; madridistas/culés; socialistas/peperos; cazadores/detractores de la caza…) Nunca tendrá relevancia social una Causa que pretenda enfrentar a la mayoría de la gente con, digamos, los Bancos.

De hecho, lo más regocijante de todo esto, (regocijante si uno uno extravaga por ahí) es que los Bancos serían defendidos por una pléyade de siervos ciudadanos normales, presumiblemente hipotecados de por vida, que denostarían la Causa antibancaria tildando a sus seguidores de antisociales, resentidos o fracasados, que pretenden ignorar que los bancos son guays. Todo, antes que asumir su triste condición de cogidos por las pelotas. Esa actitud está descrita en Psiquiatría: se llama síndrome de Estocolmo.

Y, así, la gente normal, dedica sus ocios a pelearse con sus imágenes especulares ante la mirada lujuriosa de sus amos, que se parten de risa viendo cómo descargamos nuestro exceso de energías de forma absolutamente inocua para ellos.

Ya me lo llamo yo: soy manipulador, demagogo y, además,   criptomarxista.

 

P.S.- Argumento a favor de los toros: si se prohibieran del todo, nos privaríamos de imágenes como ésta.

30/7/10

Lecturas veraniegas 2010

 

El maestro y Margarita copia

 

La otra noche la hija veinteañera de una amiga me pedía que le recomendara algo para leer este verano. Por culpa de su canalillo no pude concentrarme  y darle una lista solvente, así, a botepronto.  Ahora que he tenido una semana para pensar, aquí van algunas sugerencias. Iba a poner doce, pero me he desbocado y al final he parado en 24, que también es un número solar. No pienso que sean los mejores libros del mundo (algunos sí), ni es una lista demasiado original; pero a mí me gustan y, oye, están bien para el verano. Por cierto, que últimamente me he quedado muy sorprendido al descubrir la cantidad de afortunadas que todavía no han leído Los Tres Mosqueteros, es decir, que aún pueden disfrutar de ese placer por primera vez. En fin, cuando a mí se me preguntan estas cosas, ya sabe uno a lo que se arriesga.

  1. Sobre la agresión, el pretendido mal – Konrad Lorenz.
  2. Las historias naturales – Juan Perucho.
  3. Imán – Ramón J. Sénder.
  4. La Saga/Fuga de JB – G. Torrente Ballester (Donde esté Castroforte de Baralla, que se quite Macondo, amos por dió)
  5. Las compañías blancas – Tomás Salvador.
  6. El Maestro y Margarita – M. Bulgakov.
  7. En busca del unicornio – J. Eslava Galán.
  8. Cosecha roja – Dashiell Hammett.
  9. Mi familia y otros animales – Gerald Durrell.
  10. Los tres mosqueteros – Alejandro Dumas.
  11. El topo – John Le Carré.
  12. Historia de los griegos – Indro Montanelli.
  13. Gengis Kan – Mijail Pradwin.
  14. Las cruzadas vistas por los árabes –Amin Maaoluf.
  15. El viento amarillo – David Grossmann.
  16. Sonatas – Valle Inclán.
  17. Pantaleón y las visitadoras – Mario Vargas Llosa.
  18. Estrategia: la aproximación indirecta – B.H. Liddell Hart.
  19. Reflexiones y máximas morales – La Rochefoucauld.
  20. Los siete pilares de la sabiduría – T.E. Lawrence.
  21. El arte de la guerra – Sun Tzu.
  22. Otra Historia de España – Fernando Díaz-Plaja.
  23. Historia del tiempo – Stephen Hawking.
  24. La Anábasis – Jenofonte.

 

6/7/10

Decencia

 

loreta

 

Acabo de leerme este libro, que recomiendo. Si bien San Leopoldo Abadía tiene esto de la crisis muy bien explicado, como era profesor de escuela de negocios, se queda en que el origen está en los bajos tipos de interés en Estados Unidos. Doña Loretta intenta enterarse de por qué estaban tan bajos.

Ambos dos coinciden en un punto: el origen de todo esto está en la indecencia.

Loretta Napoleoni, ya conocida nuestra por su libro anterior, “Economía canalla”, considera que los tipos estaban tan bajos porque había que financiar las frustradas operaciones de robo con homicidio a gran escala de los chicos de Bush sin subir los impuestos y la única forma era a base de endeudarse.

El libro puede resumirse así:

“La Administración Bush recibe de Bill Clinton un pequeño superávit y Barack Obama –que accede al poder en medio de la peor recesión desde la Gran Depresión- hereda una deuda pública de 10 billones de dólares, equivalente al 70% del PIB estadounidense, o mejor, al 18% de la economía mundial. ¿Dónde ha ido a parar todo ese dinero? Dos guerras aún activas y un sistema de seguridad tan ambicioso como inconsistente consumen las finanzas del Estado e incluyen a Estados Unidos en el grupo de países con la deuda pública más alta del mundo.

Todo esto no podría haber sucedido antes de la década de 1990, ya que los conflictos se pagaban con el erario público en vez de con la política de los bajos tipos de interés. ¿Cómo olvidar la histórica decisión de Lyndon Johnson, en la década de 1960 de aumentar la presión fiscal para hacer frente a los altos costes de la guerra de Vietnam? Fue una maniobra necesaria y, al mismo tiempo, profundamente impopular. En efecto, a nadie le gusta financiar de su bolsillo la maquinaria militar, aunque el objetivo sea destruir a un superterrorista como Osama Bin Laden o desembarazarse del dictador Saddam Hussein. A quienes se preguntan por qué estas guerras en Irak y en Afganistán, que parecen interminables y que no han suscitado un movimiento de oposición similar al que puso fin a la de Vietnam, se puede responder que mientras los gastos militares no afecten directamente a nuestro bolsillo o menoscaben nuestra libertad, obligándonos a ir al frente, los conflictos armados son virtuales, vividos exclusivamente a través del filtro de los medios de comunicación,”

(…)

“Con gran habilidad, los políticos y los medios de comunicación construyen en torno a esta psicosis la política del miedo que intenta presentar a Al Qaeda como el nuevo movimiento nazi y a Osama Bin Laden como la reencarnación de Adolf Hitler. Ha bastado esto para convencer a la población de que la supervivencia de la cultura occidental estaba de nuevo en peligro. Mientras quien la pulverizaba realmente, haciendo pedazos nuestro mundo y nuestro bienestar, no vivía en una región tribal de Pakistán ni iba vestido con harapos, sino que habitaba en Wall Street y en la City de Londres. Con sus trajes de diseño, viajando en jets privados, los destructores del moderno capitalismo eran halagados por los políticos y alabados por los medios de comunicación.”

(…)

“Las estadísticas y las falsas informaciones han saciado la sed inagotable de “noticias espantosas” de los medios de comunicación. Los políticos alteran los hechos, diseminan verdades hinchadas y, alguna vez incluso, mentiras. Los medios de comunicación las difunden. Nosotros nos angustiamos, tememos a cualquiera que tenga rasgos, ropas y costumbres diferentes de los nuestros, y ni siquiera se nos pasa por la cabeza echar un vistazo a lo que sucede en Wall Street, donde se dice que hacen dinero a paletadas. Es más, hacemos de todo para recoger las migajas de esta fiesta y no pensamos que es precisamente allí donde nuestra serenidad y nuestro sistema de valores están sufriendo el ataque más duro.”

(…)

“En la raíz de la crisis del crédito está la compraventa del riesgo bancario o financiero, como si se tratara de un bien, y la producción de riqueza ligada a este comercio. Las obligaciones estructuradas con paquetes de hipotecas subprime, así como las compuestas por los índices de los precios de las materias primas y los credit default swaps –apuestas sobre la insolvencia de los operadores financieros-, todas formaban parte de estos bienes ficticios ligados al riesgo, productos que durante años fueron intercambiados en los mercados. Los derivados cuantificaban su valor y precios. A diferencia de las obligaciones o de las acciones tradicionales –cuyo objetivo es recoger crédito para el crecimiento de los sectores público y privado-, estos falsos bienes acababan siendo usados por quien los producía y los vendía para aumentar swus beneficios y obtener un mayor estímulo del crédito. Y esta compraventa, que se producía electrónicamente, acababa creando riqueza, o mejor dicho, dando la ilusión de que la creaba.”

(…)

“En vez de reducir el riesgo a cero, de extirparlo como un cáncer de la economía globalizada, el Estado lo está desplazando de un sector a otro: del privado al público, y así empeora la situación. Está claro que esta política esconde la voluntad de mantener el statu quo ante, es decir, de salvar a toda costa una economía donde la creación y la comercialización del riesgo se han convertido en parte integrante del sistema. Naturalmente, esto ha sido posible gracias a la agresiva venta del crédito a precios regalados, es decir, a la política deflacionista perseguida desde la caída del Muro de Berlín, y a las finanzas estructuradas que lo ha transformado en un bien comerciable. Pero eso es una distorsión, una anomalía que debía ser corregida de inmediato. Es más, nunca habría debido verificarse.”

Loretta Napoleoni no tiene especial relación con perriflautas antisistema. Es economista y ha trabajado en el FMI, el Chase Manhattan y Laurie Milibank, ha sido consultora de la FAO y del BERD. Lo siento, de verdad.

16/6/10

Banderas victoriosas 12.

El relato entero está en el almacén de la barra virtual.

 

 

12.

Aún era de noche cerrada cuando el barracón se llenó de ruidos metálicos, los de armas y correajes en el silencio de cien hombres que aguantan la respiración. Su nombre fue el tercero.

Se levantó sin pensar, sin mirar a nadie, a ninguna parte. Se ajustó la ropa, con la aberrante idea de estar presentable y se alineó con los demás. Como siempre, nadie se movió. Siempre había fantaseado con la idea de una de esas veces, cuando vinieran a hacer la saca, amotinarse; lanzarse todos a la vez contra los guardianes y los guardias civiles, quitarles  los mosquetones y salir de allí a tiros. Habría sido fácil levantar a todo el campo. Habrían muerto algunos, muchos a lo mejor, pero ellos eran más. Qué cojones, todos eran soldados, había que hacerlo; lo harían.

Pero los prisioneros no hacen eso, entonces lo supo.

Nunca sería capaz de recordar el camino que siguieron hasta los terraplenes, ni en qué pensaba, ni si pensó algo. Sólo cuando se encontró junto a otros once presos a la luz de los faros de un camión, miró a su alrededor, como despertando.

Había un cura joven, que no conocía, con un libro en la mano. Lo miró. Dijo algo, pero tenía la boca tan seca que las palabras no salían. El cura se le acercó, le preguntó algo que no entendió. Méndez estaba desesperado, como en una pesadilla en que tu salvación depende de gritar y no puedes, porque no tienes voz. El cura volvió a abrir y cerrar la boca, pero él parecía haberse quedado sordo además de mudo. Por fin, consiguió escucharse a sí mismo:

-- Llame al páter.

Y Fin

14/6/10

Banderas victoriosas 11.

 

11.

El Ingeniero no había perdido el tiempo, todo hay que decirlo. No había vuelto a ver a Bocanegra desde que llegaron al campo, y se dedicó a localizarlo sin llamar la atención; cosa no tan fácil, aunque fueran varios miles de prisioneros, no sabía cuántos. Se decía que era pura curiosidad, que el cura le había despertado el interés por el personaje. Bueno. en todo caso, pasara lo que pasara, nada perdía con tenerlo controlado; al menos, saber en qué barracón estaba.

Y lo localizó. Quieras que no, era perro viejo y conocía a mucha gente. Lo que no quería era cruzar con él ni una mirada. Quería olvidar lo del tren. Todos querían olvidar aquel viaje en tren, cuando no eran hombres; pero él tenía sus propios motivos. Prefería concentrarse en que el tal Bocanegra era un exponente de lo peor del lumpen, recordar cuando él mismo había estado a punto de pegarle cuatro tiros. También intentaba recordar cuando él –Méndez- era un proletario consciente, o sea, que tenía consciencia de clase y leía libros y tal. Aunque verte a tí mismo como proletario consciente mientras ayudas a un cura a decir misa y tratas de borrar de tu mente en qué barracón está un tipo concreto, no es tan fácil como parece. También es verdad que sabía de sobra lo que le podía pasar si cantaba y alguien se enteraba. Eso era una ayuda, claro: puestos a morir, prefería morir ante el pelotón de fusilamiento y quedar bien, que ahogado por la noche o vete a saber cómo, como mueren los bocazas. El cabrón del páter parecía que le leía el pensamiento mientras le ayudaba a quitarse la casulla.

-- A ver, Ingeniero, si tienes canguis de que alguien se entere, yo me encargo de que te trasladen lejos, a un batallón de trabajo, a la otra punta de España, a Cádiz, por ejemplo.

Méndez no tenía familia. Cuando empezó la guerra tenía veintiséis años y no había llegado a casarse; ni siquiera tenía novia. O sea, novia, novia. Sus padres habían muerto en un bombardeo, que ya es mala suerte; pero eso le dejaba libre y le hacía más fácil tomar decisiones decentes. Sin familia, es más fácil mantener cierta dignidad: no piensas en tu mujer ni en tus hijos. No tienes esa necesidad de volver a ver a alguien, de preocuparte por ellos, por si tendrán para comer, por si tu mujer tendrá que hacerse la encontradiza con alguno para sacar unos cuartos o algo de comida para los niños… En su caso, no tener hijos le permitió decidir que no les iba a dar ese gusto. Si tenían que fusilarlo, que lo fusilaran; pero no podrían convertirlo en un traidor, en un puto chivato. No era por Bocanegra, era por él mismo, por su honor.

Tomó su decisión. Iba a callarse.

11/6/10

Banderas victoriosas 10.

 

El relato entero está en el almacén de la barra virtual

 

 

10.

El páter no volvió a mencionar la conversación que habían tenido. Cuando tocaba misa, lo mandaban a ayudar. Comprendió que era la excusa para que tuviera que estar cerca del cura sin que nadie sospechara; así que siempre ponía mala cara y de vez en cuando se permitía algún comentario en voz baja con los compañeros. Comentarios blasfemos, se entiende. De vez en cuando, le parecía sorprender al páter mirándolo, como de pasada; pero no le preguntaba, ni le metía prisa.

El Ingeniero recordó cómo, en aquél vagón de ganado, él y Bocanegra se recostaban uno en el otro intentando dormir de pie; o cuando se desmayaban de puro agotamiento sin poder caer al suelo. Recordó –y eso fue muy malo- que una vez que estaba a punto de dejarse morir, que estaba seguro de que le había llegado el momento y se iba a morir, Bocanegra, pegado a él como estaba, pisando los dos la misma mierda, le había dicho:

-- Aguanta, compañero.

Méndez le había mirado, idiotizado, y Bocanegra había esbozado trabajosamente una especie de sonrisa:

-- No les vas a dar ese gusto.

Siempre creyó que eso lo había salvado; que, si estaba vivo, era gracias a que Bocanegra, el cerdo, el hijo de puta de Bocanegra, el asesino, violador, torturador de Bocanegra, le había dado ánimos en ese momento clave en que estaba a punto de entregarla.

Haber recordado eso le ponía todo mucho más difícil, pensaba mientras ayudaba al sacerdote a revestirse para misa. Por fin, antes de salir de la capilla, el páter lo miró y le preguntó:

-- ¿Seguimos sin novedades?

Las palabras le sonaron como la explosión de una granada. Ahora, sí, se dio por muerto. Bajó la cabeza.

-- No es tan fácil, páter. Aquí hay mucha gente, y tampoco tenemos mucha libertad de movimientos.

-- Pues más vale que espabiles, que te queda poco tiempo. –El preso sintió un escalofrío- Sólo te digo que, si tienes novedades, me las digas. Cuando las tengas, puedes decir que necesitas verme. En cualquier momento, el capitán ya lo sabe. Había subrayado lo de “cualquier momento” de un modo muy peculiar; de un modo que sugería momentos nada agradables. Y próximos.

10/6/10

Banderas victoriosas 9.

 

El relato entero está en el almacén de la barra virtual.

 

9.

El Ingeniero se había quedado mirando al páter sin saber qué decir. Pensaba: pero, entonces… ¿me fusilan o no me fusilan? El páter le había dejado cocerse en su propio jugo.

-- Mira, Ingeniero: quiero a Bocanegra. –Méndez seguía mirando al cura sin saber qué decir- Tenemos buenas razones para pensar que está aquí, pero debe estar con nombre falso; habrá dado los datos de un muerto o lo que sea y no sabemos quién es. –Aquí hizo una pausa dramática- Si tú nos lo dices, yo me encargo de que no te fusilen.

A Méndez no le extrañaba lo más mínimo que los curas quisieran cazar a Bocanegra; si él mismo había estado a esto de pegarle un tiro, qué no iban a hacer los curas. Pero, claro, ¿cómo iba a entregar a un prisionero al enemigo, así, sabiendo que lo iban a ejecutar? Él no era un delator. su cabeza empezó a funcionar a toda velocidad, entre el sentido del deber y la supervivencia. A ver, ¿quién le garantizaba que el páter no iba a dejar que lo fusilaran una vez hecha la delación? Además, si los compañeros se enteraban de algo, era hombre muerto. Por otra parte, al fin y al cabo, nadie sabía por qué a unos los mataban y a otros no. Igual le tocaba a Bocanegra por la cosa de la mala suerte, lo fusilaban igual y a él también, por gilipollas. Aquí, ya se imaginaba compartiendo paredón con el ex-coyote proletario y gritando a dúo “viva la República” o “viva la clase obrera”, o cualquier otra gilipollez de esas que se supone que hay que gritar en su momento, mientras la descarga del pelotón los quitaba de en medio a los dos juntos. Se estaba poniendo histérico, mientras el sacerdote parecía ver a través de su cráneo. ahí, repantigado en su butaca, Optó por no comprometerse.

-- Veré si me puedo enterar de algo, páter.

-- Más te vale. No tienes mucho tiempo.

Y eso fue todo. De pronto, se hizo por completo incongruente que él, un prisionero, estuviera sentado delante del capellán. El momento especial había pasado. Se levantó.

-- Vete. Y ya sabes.

7/6/10

Banderas victoriosas 8.

 

El relato entero está en el almacén de la barra virtual

8.

Bocanegra se había explayado. Al principio, les había hecho gracia cuando empezó a contar cómo habían llegado al convento y habían llamado a la puerta con mucha educación. Por lo visto, la hermana portera, viendo que ya no podían hacer como que no había nadie, salió a la puerta a decirles que allí no podían entrar. –Aquí los coyotes se meaban de la risa- Ya se sabe, cosas de las monjas; aunque estuvieran aterrorizadas, seguían comportándose como monjas. Pero no estaban preparadas para los coyotes. Una cosa es fantasear con el martirio y otra que te martiricen de verdad.

-- ¿Te acuerdas cómo chillaban porque les quitaba las tocas? –carcajadas- Joder, lo mejor era cuando le preguntabas a la vieja si era virgen de verdad, que había que comprobarlo para el expediente gubernativo. -Aquí lloraban de la risa contando cómo habían violado a la superiora que, por lo visto, acabó gritando muera Dios y viva Rusia. Una vez que dejaron a la jerarquía por ahí despatarrada en pelota viva lloriqueando sobre sus hábitos hechos un burruño, lo demás fue coser y cantar.

Méndez y sus hombres se miraban intranquilos mientras los de Bocanegra seguían relatando sus hazañas.

-- Y la chavala esa, que estaba buena, ¿eh?, que las monjas nos la tenían guardadita… ¿qué tenía, doce o trece? –más carcajadas- ¡Cómo chillaba la muy puta!

Méndez había cogido su fusil y había hecho una seña a su gente. Mientras, los coyotes seguían contando cómo habían violado una detrás de otra a todas las monjas, salvo a las más viejas, que se las cargaron directamente.

Ahora, Méndez no podía quitarse de la cabeza una imagen que tenía olvidada desde el treinta y seis, cuando se iban y el Bocanegra contaba cómo a la novicia de doce años no le entraba su polla y tuvo que agrandarle el agujero del culo con el machete.

Recordaba vagamente que había sacado la pistola para cargárselo de un tiro, pero que los compañeros lo habían agarrado y se lo habían llevado de allí.

No había vuelto a ver a ese hijo de puta en toda la guerra. Casi lo había olvidado. Hasta hacía unos meses. Estaban parados en una vía muerta. Un vagón de ganado lleno de presos, todos de pie, prensados como sardinas en lata muriéndose de calor. Algunos estaban muertos de verdad, pero no podían caer al suelo porque no había sitio. La peste era tan bestial que ya ni la sentían, todos cagados y meados porque hacía tres días que no los dejaban salir. El mismo tiempo que llevaban sin comer ni beber.

De pronto, con un ruido chirriante, se abrió la puerta del vagón. En su delirio creyó que ahí los bajaban –ya- para fusilarlos, y sintió alivio. Pero no. Era que iban a meter a más gente. Se encontró apretujado contra uno de los nuevos, un tío feísimo, con barba crecida y costrones de sangre seca en la cara. En su estado semiinconsciente, le pareció que lo conocía y le sonrió como un bobo.

Era Bocanegra.

4/6/10

Banderas victoriosas 7.

 

 

El relato entero está en el almacén de la barra virtual.

7.

El páter le había dicho que le iba a contar una cosa. Sacó un sobre del legajo, un sobre de buen papel, que tenía un membrete con un escudo muy raro, una especie de sombrero con borlas, y del sobre sacó un papel.

-- Esta carta es del sacerdote que confesó al padre Manuel y le dio la Extremaunción antes de que se muriese. Habla de ti.

Méndez se quedó pasmado. La idea de tener algún lugar en la correspondencia de los curas le resultaba totalmente irreal. Parecía que el páter estaba dispuesto a leerle la carta, pero se lo pensó mejor y se la alargó por encima de la mesa. La cogió. Leyó:

Querido hermano en Cristo: –decía la carta- El día siete próximo pasado, administré los Santos Óleos y oí en confesión a nuestro hermano Manuel, párroco que fue de la Iglesia del Buen Suceso de Madrid antes de la Cruzada. Nuestro hermano tenía un caso de conciencia que quiso compartir conmigo y que, en lo esencial, era el siguiente:

En el mes de agosto del treinta y seis, cuando la barbarie marxista campaba por sus respetos en Madrid y tantos hermanos nuestros en el Señor alcanzaron la palma del martirio por causa de la Fe a manos de los rojos, el padre Manuel, que se había ocultado en casa de una feligresa, la portera lo denunció y fue detenido por una banda de facinerosos comunistas y llevado a la cheka de Moratines. Según me contó, después de padecer toda suerte de vejaciones a manos de los rojos, lo sacaron de madrugada junto con otros desventurados. Él sabía perfectamente lo que eso significaba, es decir, que los iban a conducir a las afueras para fusilarlos. Me dijo que tuvo miedo, lo que es humano, pues no todos estamos llamados a aceptar pacíficamente el martirio, no ya a la muerte en sí, que significaba la unión con Nuestro Señor, sino porque había oído contar verdaderas atrocidades perpetradas sobre los sacerdotes por las milicianas antes de la ejecución. Al parecer, cuando salía con los otros desgraciados, paró junto a la puerta un automóvil pintado con consignas marxistas y las siglas de la UGT, un Studebaker, me concretó el padre Manuel, y del mismo descendieron unos milicianos. Nuestro hermano reconoció a uno de ellos, precisamente el que parecía ser el cabecilla, y lo llamó por su nombre.

Según me contó el padre Manuel, a ese miliciano lo conocía del barrio en que ejercía su Sagrado Ministerio y que, incluso había tratado de hacerlo volver a la Fe en alguna conversación. Aquí nuestro hermano me confesó que le conocía de una taberna del barrio en la que en ocasiones coincidían antes del Alzamiento, pues era regentada por la madre de la muchacha que realizaba las labores de limpieza en la casa rectoral. También me confesó nuestro hermano que, en aquellos tiempos, él tenía una predisposición tal vez excesiva al vino que se expendía en dicho establecimiento y que por ello, y porque no le cobraban, lo frecuentaba; igual que, al parecer, hacía el miliciano, y que fue precisamente en alguna de aquellas ocasiones cuando había hablado con él llegando a abordar el tema de la Religión.

Pues bien, el tal miliciano al verse así interpelado, se dirigió al jefe de los chekistas que conducían la cuerda de presos al martirio y le dijo que a ése se lo llevaba él, que era de su pueblo y que era cosa suya; dando a entender que había algo personal entre ellos, a lo que los chekistas accedieron entre chanzas de grueso calibre. Todo esto según me contó el padre Manuel. Según parece, los esbirros de la UGT metieron a nuestro hermano en su auto y lo llevaron hasta un lugar cerca de las Cortes. El miliciano le dijo al padre que se bajara y que llamara a la puerta de una casa, que luego resultó ser de la Embajada de Chile, que dijera quién era y que le tratarían como correspondía a su Sagrado Ministerio. Gracias a eso, salvó la vida.

El padre Manuel me dijoque le había preguntado al rojo su nombre para tenerlo presente en sus oraciones, a lo que el rojo había respondido que sí, que buena falta le iban a hacer, dadas las tristes circunstancias de bélica conflagración, aunque también le dijo, por lo visto, que seguía sin creer en Dios. El caso es que se lo dijo su nombre. El padre Manuel se acogió a la embajada y, mal que bien, sobrevivió hasta que las tropas Nacionales liberaron Madrid. En ese tiempo, confortó espiritualmente a los refugiados en el recinto diplomático y yo creo que, auxiliando con su Ministerio a tantas almas en peligro, se redimió de no haber aceptado el martirio cuando su hora parecía ser llegada.

El miliciano se llamaba Martín Méndez Tirado, alias El Ingeniero, nacido en San Martín de Valdeiglesias, provincia de Madrid; era de la UGT, del sindicato de la construcción, y vivía en la calle Desengaño. Lo último que supo el padre Manuel, que no dejó de interesarse por su salvador, era que se había alistado con los comunistas del Quinto Regimiento. Nuestro hermano me recomendó muy mucho a este hombre, rogándome por la salvación de su alma que, si estaba en manos de la Santa Madre Iglesia, que salváramos su vida, ya que se sentía en deuda con él.”

Al llegar aquí, el páter se estiró sobre la mesa y le quitó la carta a Méndez.

-- Ya ves, hijo mío. Tienes valedores en las filas de la Santa Madre Iglesia.

Méndez se había quedado de piedra. El cura ese borrachín de su barrio, el que quería tirarse a la Mati, la del tasco; que siempre le decía que así no iba a ninguna parte, que se confesara con él, que iba a ir al infierno, y todo eso… ¡Joder!, ¿cómo iba a dejar que se lo cargaran? Y ahora… Mira tú, ¡andá la hostia…!

2/6/10

Banderas victoriosas 6.

 

 

El relato entero está en el almacén de la barra virtual

 

6.

Méndez, aparte de ser de la Construcción, tenía otras inquietudes. Antes de la guerra era de los que aprovechaban la biblioteca de la Casa del Pueblo y se leía todo. No sólo cosas sobre Lenin y Marx, también novelas, libros de Historia, de Historia Natural… Le gustaba aprender. Además, por entonces todavía era eso que se llamaba un proletario consciente, y pensaba que era su deber hacerse una cultura; que la cultura no era sólo para los burgueses, que era necesaria para hacer la revolución. Es decir, que siempre intentaba aprender cosas nuevas. Decía que de todo se aprende.

Pero una cosa era aprender cosas nuevas y otra sentir el ridículo que sentía de rodillas al lado del páter tocando unas campanillas, también ridículas, mientras el cura levantaba una especie de galleta que decía que era su Dios, y todo el batallón tenía que ponerse de rodillas en el barro para adorar a la galleta. La verdad es que, si no fuera porque sabía que lo iban a fusilar cualquier día de éstos, le habría parecido hasta gracioso. Tal vez fuera eso, el saber que vivía con tiempo prestado, lo que le permitía mirar las cosas con distancia. Le daba la impresión de ver todo desde fuera: al páter hablando en Latín con su galleta, al hijoputa del capitán comiendo una galleta más pequeña con cara de no haber roto un plato en su vida, a un batallón entero de ateos cagándose en dios porque la humedad helada les penetraba por las rodillas a través del pantalón harapiento, al postrarse ante la sagrada galleta. Y todo al son de sus campanillas, ni siquiera de un cornetín.

31/5/10

Banderas victoriosas 5.

 

El relato completo está en el almacén de la barra virtual

5.

Unos guardias civiles con el mosquetón al hombro daban patadas al suelo para calentarse los pies mientras se pasaban un cigarrillo. Los presos apaleaban tierra con las espaldas empapadas en sudor, el mismo sudor que luego se congelaba en cuanto se quedaban quietos. El encargado –un civil con camisa azul bajo el tabardo- le señalaba algo a Méndez en un plano que agitaba el viento.

Méndez pensaba que igual no lo fusilaban inmediatamente. Al fin y al cabo, él tenía cualificación, entendía de planos, y les venía muy bien para la obra. Asentía mientras el encargado le decía que el firme tenía que quedar así y así, para hacer una cama, que mañana venían unos camiones de grava.

Pero no podía quitarse de la cabeza a Bocanegra.

Recordaba una tarde del treinta y seis, en el bar del Ritz, que estaba con su gente tomando champán francés servido por unos camareros vestidos de pingüino y muy acojonados. Le encantaba esto; ellos con su mono y sus correajes, los pies encima de la mesa y el mosquetón al lado, y los camareros sirviéndoles champán. Se lo había dicho un compañero de Hostelería: que os vengáis al Ritz, no seáis gilís, que ahora es nuestro, coño; antes de que a los jefes se les pase el susto y se acuerden de que es sólo para ellos. Y allá que habían ido. Los camareros del hotel no tenían mucha conciencia de clase, ya se lo había dicho el compañero; pero los trataban como a señorones, aunque se veía que les tenían miedo. Méndez ya estaba un poco afectado. Levantó una botella de Dom Perignon.

-- ¡Compañero camarero! Trae otra de éstas, que no veas cómo entra, ¡la hostia!

Y, en eso, apareció en el bar Bocanegra con su patrulla, como él decía. Los coyotes proletarios, se hacían llamar. Ya ves tú, coyotes… por lo visto, al Bocanegra lo de coyotes le parecía más exótico que lobos o zorros o águilas, como se llamaban todas las patrullas.

Los coyotes entraron en tropel. Ya venían muy borrachos y asaltaron la barra, rompiendo copas y botellas. Empezaron a beber champán a morro. Bocanegra les gritó:

-- ¡Salud y revolución, compañeros!

Y se agenció directamente la botella que un camarero llevaba a la mesa de Méndez y sus hombres.

-- ¡Eh, compañero!, que es nuestra.

Bocanegra pareció dudar un momento si liarse a tiros o confraternizar. Eligió confraternizar: sonrió como un coyote, es un suponer, y se acercó a ellos.

-- ¡Qué vuestra ni vuestra!, ¿qué pasa? ¡La propiedad es un robo, compañeros!

Y se descojonó de su propio chiste. Agarró por el cuello de la chaqueta al camarero y le vociferó con voz pastosa:

-- A ver, tú, compañero, tráete pacá veinte botellas de cosa de ésta.

Se los veía, sí, muy borrachos y muy contentos a los coyotes. Se sentaron mezclándose con la gente de Méndez y siguieron bebiendo. Bocanegra estaba deseando tener público. le palmeó el muslo a Méndez y empezó a contar:

-- ¡Compañero!, venimos de quemar un convento. Ese de… ¡joder!, ni me acuerdo cómo se llama.

Los coyotes estallaron en carcajadas espurreando champán. Uno se cayó sobre una mesa, rompiendo más botellas y copas, lo que provocó más carcajadas.

-- ¡Y las monjas…! Chaval, qué tías, como que no habían follado en su puta vida, no veas… –Se agarró el paquete con las dos manos- Acojonante.

26/5/10

Banderas victoriosas 4.

El relato completo está en el almacén de la barra virtual

4

Méndez había seguido dócilmente al páter hasta su despacho, al lado de la capilla. La capilla era sólo para los fachas, claro. A ellos les hacían oír misa formados a la intemperie, así cayeran chuzos de punta. A veces, en medio de la celebración, alguno se derrumbaba y se quedaba allí tirado porque los demás tenían prohibido moverse. Algunos domingos, cuando el cura decía lo de “ite, misa est”, lo que había en el suelo era un cadáver.

El comandante páter se quitó la boina roja y la dejó sobre la mesa. Méndez observó que era muy bonita, y antigua, seguro: por arriba tenía un arabesco de galón de oro viejo alrededor del nacimiento de la borla, también de oro oscurecido por los años. El páter abrió un archivador, sacó un legajo y una botella de coñac; se sirvió una copa y se sentó detrás de su escritorio.

-- A ti te llaman el Ingeniero, ¿no?

-- A veces, mi comandante.

-- Páter, hijo mío, llámame sólo páter. Ahora no estoy haciendo de comandante, sino de cura.

-- Lo que usted diga, páter.

El sacerdote revisó el expediente sin prisa. Méndez vio de refilón hojas escritas a mano con diferentes caligrafías, formularios oficiales rellenos a máquina con tinta de color morado. Sin levantar la mirada, el páter le preguntó:

-- Tú estabas en Madrid cuando el Alzamiento, ¿verdad?

-- Sí, páter.

A Méndez se le dispararon todas las alarmas.

-- Eras de la UGT. –No preguntaba: afirmaba- Tú participaste en las perrerías que hacían los milicianos a la gente de bien. Estuviste cuando quemaron la Iglesia de San Miguel.

A Méndez empezaron a sudarle las manos. Recordó aquellos días de verano en el treinta y seis, cuando Madrid era un caos; cuando cualquiera con carné de un sindicato y una pistola era dios en la calle. Recordó a los curas entrando a culatazos en una camioneta. Recordó a sus compañeros, borrachos perdidos, haciéndose fotos con las casullas puestas mientras la iglesia ardía. Una de las fotos la hizo él mismo, que también estaba borracho. Los curas tenían la culpa de la situación de España, del atraso, de la opresión del proletariado, eso lo sabía; pero le jodió que quemaran la iglesia. Para él, como sindicalista, lo suyo habría sido incautarla: era patrimonio del pueblo.

El páter hojeó un par de papeles más.

-- Estuviste en una saca de la Modelo, en agosto del treinta y seis. –Por fin, levantó la vista y lo miró- Esto acaba de comprobarse.

Adoptó inconscientemente la posición de firmes. El cura le miraba fijamente, buscando sus ojos, que Méndez le hurtaba.

-- Así que te van a fusilar, ya te lo digo.

Intentó mantener la calma, pero el corazón le golpeaba el pecho cada vez más rápido. A duras penas conseguía reprimir el temblor que trataba de apoderarse de su cuerpo y robarle el último resto de dignidad que le quedaba. ¿Qué quieres?, era cuestión de tiempo. Lo sabía desde la retirada del Ebro. Desde que lo mandaron al campo de concentración en vez de fusilarlo en cualquier cuneta, estaba esperando este momento. En los barracones se cuchicheaba, cuando cada equis tiempo caras nuevas iban sustituyendo a los que se llevaban y nunca volvían: que tienen expedientes que viene todo, que preguntan a tus vecinos de antes de la guerra, que la gente delata a cualquiera, que todo el mundo dice lo que los falangistas quieren que les digan para que  la dejen en paz; que si el padre de Fulanito delató a Menganito para que no fusilaran a su hijo, aunque al final lo fusilaron igual, que si…

-- ¿No dices nada?

-- ¿Qué voy a decir?

-- Páter.

-- ¿Qué voy a decir, páter?

El cura se arrellanó en la butaca mirando su coñac con mucho interés. Dio otro sorbo y comenzó a liarse un pitillo. Lo que faltaba. Se iba a poner a fumar delante de él, para joderle más. Seguro que el muy cabrón lo hacía para ponerlo aún más nervioso. Se encendió el pitillo y preguntó, como quien no quiere la cosa:

-- ¿Tú conoces a uno que le llamaban Bocanegra?

Lo pilló tan de sorpresa que esta vez la mirada del páter encontró la suya. Supo que el cura lo había calado, maldita sea. Sus ojos lo delataban.

-- ¿Bocanegra? … Por ese nombre no me suena, páter.

¡Bocanegra! Menudo hijoputa el tal Bocanegra. Un cabrón de esos que habían soltado de la Modelo en julio del treinta y seis para hacer sitio a los fachas. Había conseguido un carné de la FAI y se había dedicado a hacer barbaridades por todo Madrid con una banda de hijos de la gran puta como él, todos delincuentes comunes recién liberados. Si Méndez hubiera tenido mando, los habría fusilado a todos sin pestañear.

-- No te suena… la voz untuosa del páter parecía decir: “qué lástima”- Bueno… Y… ¿te suena el padre Manuel?. el padre Manuel, de la Iglesia de Buen Suceso.

Méndez pensó a toda velocidad. No. No le sonaba. Por lo menos él no había fusilado a ningún cura, que él supiera.

-- No, páter, tampoco. – Esta vez no mentía.

-- El padre Manuel murió hace unos días, Ingeniero.

Eso alivió a Méndez. Por lo menos, no podían decir que lo había matado él. Pero, ¿para qué coño le preguntaba eso el cura, si ya le había dicho que lo iban a fusilar?

-- Te voy a contar una cosa… –el páter pareció dudar un instante- Siéntate. –Señaló el tabaco y el librillo, que estaban sobre la mesa- Líate un pitillo.

Era la primera vez que alguien le decía que se sentara desde que estaba preso. Fue incapaz de reaccionar y siguió allí de pie, como un pasmarote.

-- Siéntate, coño. –Empujó hacia él las cosas de fumar.

Se sentó en el borde de la silla y se lió apresuradamente un cigarro. El páter le tiró una caja de cerillas. Lo encendió y aspiró con avidez.

24/5/10

Banderas victoriosas 3.

 

 El relato completo está en el almacén de la barra virtual

 

 

 

3

Sentado sobre un par de ladrillos que lo aislaban un poco de la humedad del suelo, Méndez untaba con un pedazo de pan mohoso el aguachirli que quedaba en la marmita. El rancho consistía en un caldo de nabos donde, si tenías suerte, pillabas flotando un indicio de patata, y medio chusco de pan. Una ración cojonuda para tíos que se pasaban el día picando piedra y explanando para hacer una carretera. Bueno, al fin y al cabo, se trataba de cargárselos sin hacer mucho ruido. Para eso, estaba bien.

Mientras trataba de no desperdiciar ni una partícula de comida que ayudara a mantener su cuerpo en funcionamiento, rumiaba lo que el páter acababa de decirle. Su rumiar fue interrumpido por la aparición de Valdés y Avelino, dos de su pelotón, que venían rebañando las marmitas con los dedos.

-- ¿Qué pasa, Ingeniero, qué tal de monaguillo?

-- Iros a tomar por culo.

-- ¿Te has confesado? Seguro que le has mentido al páter, si sigues vivo. ¿Te ha metido mano?

-- Que os vayáis a tomar por culo, joder. Bastante tengo ya con lo mío.

Sus dos compañeros lo miraron con sorna y se marcharon riéndose por lo bajo. La verdad es que reírse ahí, en el campo de concentración y con ese frío, tenía su mérito, hay que reconocerlo; pero la imagen de Méndez ayudando a misa vestido de monaguillo era para partirse, ¿o no?

El Ingeniero los miró alejarse y siguió pensando. Nadie lo sabía, claro, pero su humor tétrico no venía del ridículo que iba a hacer meneando las campanillas en misa, sino de lo que el cura le había propuesto en su despacho. Estaba acojonado. No era cobarde, lo tenía acreditado; pero, acojonado, estaba.

18/5/10

Banderas victoriosas 2.

 

Ya sabéis: el relato entero está en el almacén de la barra virtual

 

 

2

TARARIIIIIIÍ TÍ.

Ras, pum. El batallón se puso firmes. Así empezaban el día: después de pasar lista les hacían cantar el Cara al Sol. Los hijos de puta, sólo para joderlos.

-- Venga, rojos de los cojones, quiero oíros bien alto.

Y, hala, todos cantando de mala leche no sé qué mamonada de una camisa que una tía le había bordado a su novio falangista. Lo único, que ahora tenía su punto, porque cuando venía aquello de “volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz”, de pronto, todo el batallón subía el volumen y esos dos versos los cantaban a voz en cuello. El capitán era tan gilipollas que no se daba cuenta de lo que pasaba. Igual se creía que es que al llegar ahí empezaban a admitir que Franco era la hostia, o algo. Modestia aparte, era Méndez quien había empezado a hacerlo una mañana que estaba, como siempre, hasta los huevos de congelarse ahí, firmes en el patio. Al llegar a lo de las banderas victoriosas, se había imaginado la bandera tricolor y vociferó “volverán banderas victoriosas al paso alegre de la paz”. Al día siguiente fueron varios de su pelotón y al poco tiempo lo hacían todos. Esas chorradas te permitían creerte que aún conservabas un resto de dignidad.

Ahora sabía por qué nunca había ido a Burgos antes de la guerra. Ya lo decían, que Burgos tiene dos estaciones: el invierno y la del tren. Joder, qué frío. Los fachas habían puesto el puto campo de concentración en medio del páramo sólo para que, el que no la diñase de hambre, la diñara de frío. Cuantos más la diñaran, más pasta se embolsaría el capitán por las plazas de rancho. Y además se ahorraba fusilarlos.

Esa mañana, apareció el cura –el páter, tenían que llamarlo- un tipo alto y siniestro, con sotana negra, boina roja con borla dorada y una galleta en el pecho con la estrella de comandante. Se dirigió al capitán, que le saludó, y le dijo algo. El capitán asintió y se volvió hacia los presos.

-- A ver, rojos de los cojones, (no tenía un vocabulario muy surtido, el hombre) ¿alguno de vosotros sabe escribir a máquina?

Bueno. La ocurrencia del día. Bigotito, fusta, el cuello de la camisa azul asomando sobre el de la guerrera, con la manga izquierda, vacía, recogida con un imperdible, debía creerse que era un tipo ingenioso. La verdad es que siempre había algún pardillo que picaba: se alzaron dos brazos.

-- Venid para acá.

Dos presos salieron de la formación y se adelantaron. Se cuadraron ante el oficial, que se puso a dar vueltas a su alrededor, mientras los dos empezaban a pensar que en qué hora habrían aprendido a escribir a máquina.

-- Os creéis muy listos, ¿eh?

Silencio.

-- Os estoy hablando, rojos de los cojones. Os creéis muy listos, ¿no?

-- No, mi capitán.

-- ¿Cómo que no?, ¿qué pasa, que no sé lo que me digo?

-- No, mi capitán… sí.

Ya los había liado, ¿había que decir que sí, o decir que no, o no decir nada? Lo miraron desconcertados. El tipo levantó la fusta y se lió a hostias con el que tenía más cerca. Con la vena del cuello hinchada, le golpeaba con una rabia inesperada, jadeando, hasta que se derrumbó en el suelo, donde siguió dándole patadas hasta que el preso ya no se movió. El cura tampoco. Ni nadie.

Méndez ya se había dado cuenta de que el tío no sólo era un hijoputa, sino que estaba completamente loco. Le habría encantado poder pegarle un tiro. El capitán se metió por la formación, como buscando algo, mientras todos seguían en posición de firmes, mirando al frente y pensando furiosamente, “que no se fije en mí, que no se fije en mí”. Pero tuvo que fijarse precisamente en él. Claro: las gafas. Era el único que llevaba gafas; con un cristal rajado y una patilla sujeta con esparadrapo, pero gafas. Las gafas son un inconveniente en la guerra; pero, cuando estás en un campo de concentración, es aún peor: siempre se fijan en ti.

-- Tú, ven para acá.

-- A sus órdenes, mi capitán.

-- El páter necesita uno que le ayude a misa. Tú, que tienes pinta de intelectual, ¿sabes Latín?

-- No, mi capitán.

-- Pues has tenido suerte, porque a un rojo que sepa Latín, lo fusilo ipso facto. A ver, ¿de qué va a saber Latín un rojo?

Méndez siguió firmes, rígido, mientras una gota de sudor le corría –helada- por la espalda. El capitán le dio un empujón con la fusta.

-- Ahí lo tiene, páter. Tenga cuidado con éste, que parece un intelectual.

Lo decía como si tuviera la peste o algo así.