20/7/08

Puntuación


Pido disculpas a mis pacientes lectores por mi dejadez, pero es que esto del fin de curso es siempre un tanto frenético y todo el mundo quiere dejar todo acabado para agosto y me estresan. He escrito alguna cosa en la PMDA (Puta Mierda De Agenda – uséase: la famosa moleskín, que uno es así de pedorro), pero, por vago, al cabo de unos días los periódicos se ocupan del asunto antes de que yo lo haya colgado. Sigo vago. Así que aprovecharé para dar satisfacción a algunos CHSF que me pedían que pusiera otra vez el texto que sigue.

Es parte de una carta dirigida por George Bernard Shaw a Thomas Edward Lawrence (Uséase: Lawrence de Arabia). Lawrence estaba escribiendo "Los Siete Pilares de la Sabiduría", obra épica en la que narra su versión de la Primera Guerra Mundial en Arabia y Siria (o, al menos, la versión que podía dar en aquella época debido a la ley de secretos oficiales, a la que estaba sujeto).

Lawrence le remitía sus borradores a Shaw, que los revisaba y le aconsejaba en cuestión de estilo. En este texto, le explica cómo se puntúa un texto literario. La puntuación es tan importante como la ortografía y es, precisamente, lo que da al texto escrito el sentido que queremos darle; quiero decir: lo que permite que los lectores entiendan qué sentido queríamos darle. Creo que este texto debería estudiarse en la escuela. Con todos ustedes, Bernard Shaw:

"Maldito usted y su libro. No se puede tener en usted más confianza que en un niño con un torpedo... Yo inventé mi propio sistema de puntuación, luego lo comparé con la puntuación de la Biblia y comprobé que los autores de la versión revisada, hicieron la puntuación del mismo modo, aunque su práctica no es del todo consistente. La Biblia excluye el guión, lo cual es el mayor refugio de aquellos que son demasiado perezosos para utilizar los signos de puntuación. Richard Brinsley Sheridan, el autor de The School for Scandal, utiliza el guión y nada más. Yo nunca lo uso, cuando puedo sustituirlo por los dos puntos; y reservo celosamente los dos puntos para ciertos efectos que otros signos no pueden producir. Como no tiene usted reglas, y a veces despilfarra los dos puntos de manera desequilibrada, aquí tiene algunas reglas generales.

Cuando una frase contiene más de una manifestación con diferentes nominativos, o incluso con el mismo nominativo, repetido para dar énfasis a cierta discontinuidad entre las manifestaciones, éstas deberán estar separadas por un punto y coma, cuando la relación entre ellas esté expresada por una conjunción. Cuando no hay conjunción, ni otra palabra midificante, y las dos manifestaciones están colocadas en dramática oposición, utilice los dos puntos. Así:

Lawrence nada decía; pero pensaba mucho. Lawrence no podía hablar: estaba borracho. Lawrence, como Napoleón, estaba desplazado y era un fracaso como subalterno; sin embargo, cuando podía desesperar a sus jefes, siendo un soldado raso sin tacha, sabía comportarse como tal. Lawrence, como Napoleón, podía ver una ciudad enemiga no sólo como objetivo militar, sino como un escenario para una representación teatral: era un actor nato...

Los dos puntos son necesarios para las interrupciones bruscas. Así: Lawrence era congénitamente literario: esto es, un mentiroso. Lawrence era un nombre de muchos alias: éstos son, soldado Shaw, coronel Lawrence, príncipe de Damasco, etc., etc... Usted prácticamente no usa los dos puntos. Este es un síntoma de deficiencia mental, producida, probablemente, por la vida de campamento.

Pero, por encima de todo, la más urgente de mis correcciones -tan importante que haría usted mejor engulléndola literalmente con esos gestos desagradables que usted no puede controlar-, es la relativa a las calumnias...

He pasado quince años de mi vida escribiendo críticas de personas sensibles y vivaces, y por tanto he adquirido un muy cultivado sentido de lo que debo decir y no decir. Todas las críticas son, técnicamente, difamaciones; pero existe el impacto bajo el cinturón, la impertinencia, la propensión a la antipatía, la expresión del desprecio personal, y desde luego la acusación de deshonestidad y falta de castidad, que no son ni deberían ser consideradas como sincera crítica, la broma desenfadada y divertida, y (cosa curiosa) el obvio "abuso vulgar" que tiene privilegiados. Yo he expurgado sus temerarias ocurrencias tan cuidadosamente como he podido.

Ya tiene la crítica más general sobre el primer capítulo (que trata de la política de la rebelión); deje que el libro empiece en el capítulo dos, que es la parte importante y muy buena sin duda alguna. Verá usted mi nota al respecto.

Debo concluir porque Charlotte desea hacerle un paquete.

Suyo
G. Bernard Shaw."